miércoles, 25 de junio de 2014

RECORDANDO MÁS Y MÁS

(Anecdotario)

Angelina Díaz Pamplona Vda. de Valverde

Ahora continúo con un personaje que también causó revuelo en el Ometepec de aquellos años y que fue conocido simplemente como ‘’Brachi’’. Él era un hombre ya maduro aunque no muy viejo, y vivía en el Barrio de la Ermita. Nunca supe si fue casado, pero yo lo recuerdo siempre solitario. Brachi tenía un carácter muy irritable, era nervioso y se encorajinaba con mucha facilidad, lo que le sirvió para ser choteado por algunos de mis paisanos.
En 1938, el matrimonio formado por don Ramón A. Guillén y doña Bertina Soto Noriega, compraron una changuita que era muy graciosa y la llevaban de la ciudad de México, a su casa en Ometepec (la cual es actualmente propiedad de la familia Vázquez Torres y se encuentra a un costado del Hotel Rivera López), que tenía un amplio corredor con gruesos pilares. Pues bien, la changuita era la admiración de todos en el pueblo; sus dueños la vistieron de amarillo y ella se comportaba como una niña traviesa, porque aunque estuviera amarrada de uno de los pilares, tenía suficiente cadena para moverse con relativa libertad. Todos los que pasaban por ahí se detenían a mirar al animalito que por nombre le pusieron Carolina, pero los chamaquitos le decían ‘’Carolina bata amarilla’’ por aquello de la ropa.
Diariamente Brachi hacía un recorrido por el pueblo, salía de su casa y bajaba por la calle de Altamirano hasta llegar al zócalo, de ahí subía por toda la calle derecha a(Avenida Cuauhtémoc) y se seguía hasta quien sabe dónde, con su caminar nervioso, echando escupitinas por todos lados, mientras masticaba su tabaco y su sombrero le giraba en la cabeza por el impulso de sus bruscos y repentinos movimientos. Cuando ya venía de regreso de su recorrido, pasaba frente al corredor donde se encontraba Carolina la changuita, y se detenía para entretenerse un rato, observando con atención las vueltas que daba y las gracias y monerías que hacía cuando alguien le obsequiaba un plátano, du fruta favorita.
Los chamacos al darse cuenta de esto comenzaron a bromear a Brachi, diciéndole que él era el novio de la changa, así que cuando lo veían venir le comenzaban a gritar ‘’Brachi, bata amarilla’’, provocando que este hombre se encolerizara y caminara más aprisa para no escucharlos, mascullando entre dientes ‘’no les hago caso, cabrones, no les hago caso’’. Pero lo más duro para este señor, era cuando pasaba por la cárcel municipal, que en esos años estaba en la parte de abajo del viejo palacio municipal, la cual tenía vista a la calle, así que los presos pasaban gran parte del día, observando a través de los barrotes, el ir y venir de la gente; y cuando veían pasar a Brachi, ya ni le gritaban, sino que solamente emitían un sonido parecido al que hacen los simios, y esto era suficiente para que el aludido se detuviera frente a ellos y lleno de ira respondiera tartamudeando (tantito porque de por si padecía este mal y con el coraje que le hacían pasar, se ponía peor) ‘’¿Po.po.porqué están a a a hí? ..po, po, por acumulos ¿verdá? Po, po, por acumulos com, com,¡ comprobados!, al mismo tiempo que trenzaba los dedos, figurando las rejas de la
cárcel. Incluso muchas veces hasta parecía que iba a caer muerto del tremendo coraje que hacía, mientras los presos se caracajeaban al verlo rabiar.

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