(Anecdotario)
Angelina Díaz Pamplona Vda. de Valverde (+)
Otra obsesión que dominaba a nuestro amigo, era el deseo de encontrar a la mujer ideal. Desde luego él idealizaba a su modo, porque se inclinaba por las muchachas que pudieran aportar alguna dote, ya que alegaba que él había traído un ‘’capitalito’’ pero juntándolo con lo que aportara la novia, sería suficiente para que emprendieran un negocio en el que él fuera solo el guardián.
Entre las elegidas por Pachuca para formar un hogar fueron la señorita Catalina Bustos (QEPD ) y por supuesto fue rechazado. Después pensó en una señorita de Juchitán; su nombre era Consuelo Rodríguez. Después salió con que la mejor candidata era Consuelo Noriega y decía que ¿Quién mejor para cuidar el negocio de la botica?. Por último, puso los ojos en Avelina Díaz Guillén.
Pero lo más curioso de todo esto era que buscaba quien le hiciera las cartas para declarar su amor, pues él no sabía escribir. Una vez, para reírnos un rato, le dijimos que porqué no le hablaba él directamente, a la pretendida en turno. La respuesta fue, que él sólo podía enamorar en inglés y que como no le iban a entender, por eso mejor pedía que le hicieran las cartas.
De una manera u otra, Pachuca se ilusionaba y cuando las cosas no salían como él pensaba, hasta coraje le agarraba a la señorita que lo despreciaba. Tristemente para este hombre, nunca pudo hallar a la mujer ideal, pues nunca puso sus ojos en alguien de condición modesta, pues su intención era colocarse bien tanto en lo social como económicamente.
Así pasaron los años y siguió solitario en la casa que compró cuando llegó a Ometepec y que estaba ubicada en la calle Allende, misma que remodeló subiéndole un muro junto a las gradas de entrada, para que no fuera muy fácil meterse, y siempre mantenía la puerta bien cerrada, pues Pachuca era bien desconfiado.
Sembró bonitas plantas y diferentes hierbas, tanto para recaudo en la comida, como de las que se usan para remedios y ‘’malos aires’’. Nos platicaba que estas tenían tanta demanda, que vendía una buena cantidad diariamente, tanto así, que muchas veces no podía salir a hacer alguna visita porque la gente lo buscaba constantemente para obtener las hierbas medicinales, y como en todo, luego se soltaba contándonos que tenía que llevar la contabilidad de sus ingresos, porque si no podrían salir mal sus negocios. Además Pachuca tenía otras entradas de dinero, de las cuales presumía que eran de lo mejor, ya que si en otros lados estos negocios los manejaban usando petates para los clientes, él había acondicionado su casa con camas y colchones, por lo que tenía que cobrar bien.
De cualquier forma Pachuca era un personaje ameno, por dónde lo viéramos. Desde su vestimenta extravagante, los collares de ámbar que le gustaba usar y que les llamaba ‘’cuyales’’, cuando nos mostraba las ‘’payamas’’ y kimonos adquiridos en China y Japón, o las fotografías de todos sus recorridos, las cuales eran en verdad la mejor manera de demostrarnos que sí había dado la vuelta
al mundo. Tengo presente una de sus fotos en Alaska, donde se le veía a él y a otros de sus compañeros de navegación, posando a un lado de un salmón n que medía como dos metros. O también alguna de sus fotos en Hong Kong, donde se le veía tomar té con alguna chinita.
Fue envejeciendo Pachuca, como es natural. Y aquél Febronio Pachuca que conocimos en los años cuarenta, que aunque ya en edad madura no encanecía, y tenía una vitalidad admirable. Sus brazos musculosos llenos de tatuajes, poco a poco, fueron haciéndose flácidos. Pachuca aparte de vivir solo se alimentaba mal, con el afán de no gastar mucho y menos en comida, siguiendo el consejo de tía Hermila López, que decía ‘’Cocina rica, testamento pobre’’. De manera que su desayuno era un tamal choco y un café de panela, y a la hora de la comida cualquier cosa en el mercado. Con el tiempo, la voz se le fue apagando y allá por los años ochenta, su figura era pequeña y encorvada.
Tengo entendido que ya estando en estas condiciones, se hicieron cargo de él algunos familiares, atendiéndolo ahí en su propia casa y tengo entendido que, arreglando legalmente las cosas, fueron quienes se quedaron con esa propiedad, en la que tanto soñó nuestro personaje verse acompañado alguna vez, por una dama con las condiciones que él exigía y las cuales el destino nunca pudo concederle.
La memoria de este hombre que ilustró con sus viajes a mucha gente en Ometepec, además de su lenguaje simpático y las ocurrencias que platicaba, es sencillamente inolvidable.
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