(Anecdotario)
Angelina Díaz Pamplona Vda. de Valverde (+)
Pachuca se indignaba con tan solo sospechar que se burlaban de sus años de marino ‘’¿Tú te crej que ejto ej fácil?...¡nooo! ej como hacé la carrera de abogao, porque tarad uno mucho en llegá a eso’’…y con esa ‘’explicación’’ tan convincente, nada teníamos que alegarle ya.
Pues bien, Febronio Pachuca anduvo navegando por varios años y como se había enrolado en uno de esos barcos que recorren los siete mares, muy satisfecho nos platicaba que él había dado la vuelta al mundo tantas veces, que ya hasta había perdido la cuenta. Pachuca estuvo fuera de Ometepec como 38 años.
Imagínense queridos lectores a un individuo que sin saber leer ni escribir, comienza a viajar y a escuchar diferentes idiomas. Era el año de de 1942, lo recuerdo perfectamente, cuando cierto día, vimos a mi abuela Josefa Guillén con un visitante al que habían hecho pasar hasta el comedor de aquella casona suya, donde se encontraba tomando sus alimentos. Al llegar el resto de la familia a comer, nos fue presentado. Se trataba de Febronio Pachuca, quien como pudo nos dio a entender que ya venía a establecerse a Ometepec, que era pensionado por los Estados Unidos y que traísa suficiente dinero para comprar una casa y emprender algún negocio. El hombre ya no era ningún jovencito, pero como era soltero de inmediato comenzó a tender sus redes para conquistar a la que aceptara compartir con él cuanto poseía. Llamaban la atención sus ropas que se veían de buena calidad, aunque sus camisas eran de colores chillantes por lo regular muy floreadas tipo hawaiiano, que en esa época (y menos en Ometepec) no se usaban. Y luego su manera de comer el arroz era como nos platicaban que lo comían los chinos, sólo que Pachuca en vez de palillos, usaba los tenedores muy hábilmente.
También causaba extrañeza su manera de hablar, ya que como dije antes, no teniendo noción exacta de su propio idioma, fue mezclando una y otra de las lenguas que iba conociendo y aprendiendo y cuando regresó a su tierra, ni nos entendía muy bien y nosotros a él menos, pues hablaba todo cuatrapiado, aunque al cabo del tiempo hablaba fluido el español pero con un acento costeño buen marcado.
Como se hizo asiduo visitante de la casa de mi familia, fuimos tomándole afecto. Posiblemente, su afición a visitarnos a diario obedecía a que había varias solteras, sólo que nuestras miras andaban ya por otro lado. Con la confianza que fue tomando, comenzó a platicarnos la razón por la cual no nunca había aprendido a leer 8esto desde luego, cuando comprendió que ya nos habíamos dado cuenta de ello). Y explicaba que estando en ‘’Niu York’’ iba en una bicicleta y que un automóvil lo atropelló, haciéndolo caer en el pavimento y golpeándose la cabeza. Decía que el Médico que lo había atendido le había dicho que no tratara de aprender a leer, porque podría acabar loco y, según él, este era el motivo por lo que ya nunca hizo el intento de aprender a leer. ‘’yo ya me sabía
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