sábado, 31 de mayo de 2014

RECORDANDO MÁS Y MÁS

(Anecdotario)
Angelina Díaz Pamplona Vda. De Valverde (+)
La noticia le llegó a él de inmediato, puesto que la gente se alarmó al ver la sangre que salía abundantemente de mi herida y que los pañuelos de mis amigos (que en esa época todavía se usaban) eran insuficientes, entonces mis hermanos decidieron llevarme al patio de una casa, donde consiguieron un poco de agua para limpiarme, pero la hemorragia no paraba. Cuando mi padre llegó hasta nosotros, nos ordenó que nos fuéramos rápidamente a la casa, mientras él buscaba al Dr. Fidel Guillén Zamora,  quien era primo hermano de mi madre.  Cuando llegué, toda adolorida por el golpe, mi tío Fidel me esperaba con todo lo necesario para atender mi herida, la que con unos tres o cuatro puntos quedó lista.  Mi papá que se enteró de mi desobediencia, la que habíamos tratado de desviar diciendo que me había lastimado con las púas de un alambrado cuando me dirigía con mis compañeras a buscar un baño, cosa que no se usaba ni por esos lugares, pero, aunque de momento mi padre no dijo nada, cuando ya me vio más tranquila y se habían retirado mis amigos, me dijo: ‘’No es bueno hacer las cosas de ese modo, sí tenías muchos deseos de conocer el desarrollo de ‘’La Conquista’’ de cerca, me lo hubieras dicho y yo hubiera bajado con ustedes, pero no hasta donde se colocaron, que siempre hay disturbios, sino de un lugar más distante y todo hubiera salido bien’’. No me quedó nada por decir, era la segunda escapada que me daba en mi vida y esta había sido de mayores consecuencias, mis deseos de permanecer como espectadora de La Conquista y conocerla de cabo a rabo, quedaron truncados, cosa que he lamentado porque es desconocer algo tan tradicional de mi tierra. Lo que sí pude observar en años posteriores, es que los que representan al Emperador Moctezuma, a Cuauhtémoc, y a todos los jefes importantes de los aztecas, así como también La Malinche, portaban un caudal de joyas de oro, a ella el pecho se lo tapizaban de ahogadores, hilos de oro, cadenas, etc. y cuanta prenda de oro había en casa y por esta misma razón, la familias entera tenía que ir tras del ‘’bailante’’ toda la noche, pendiente de que no se perdiera nada. La reina y los gachupines también lucían bien, pero de manera más sencilla, marcando que el tesoro y la riqueza sólo la poseían los aztecas. Por la tarde del día indicado, todos los participantes de esta danza, para meter en ambiente a la población entera, paseaban por las principales calles de la ciudad. Los gachupines a bordo de un barco simulado sobre un camión de redilas (cuando ya había en Ometepec) ‘’navegando’’ hacia el nuevo mundo, para conquistar nuestro país, mientras un soldado iba gritando ‘’¡Centinela!...¡Alerta!’’, mientras que los aztecas, caminaban y enseñaban en las evoluciones de su baile, las tácticas de guerra que utilizarían para pelear contra el invasor.
Al día siguiente, como a eso de las 8 de la mañana, con las muestras evidentes del cansancio en las caras de todos los actores de ‘’La Conquista’’ volvían a salir bailando de nueva cuenta por las calles del terruño portando espada en mano u haciendo las vueltas que marcaba la coreografía, al mismo tiempo que chocaban las espadas, sin importarles el trajín de más de doce horas que habían tenido la noche anterior. ¡Qué aguante! Decía alguien por ahí, a lo que contestó un ‘’bailante’’ soslayando la admiración que despertaba sus resistencia física ‘’Ej promesa’’ y como tal, tenían que cumplir hasta el final. Lo que pienso al terminar esto, es que, al terminar la danza de La Conquista, deben haber deseado dormir por varios días.

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