sábado, 22 de noviembre de 2014

¡HASTA SIEMPRE PRIMO MEMO!


Karmelynda Valverde.

Fue sin duda un hermoso niño guerito, aunque no precisamente rubio, como lo fue su hermano Carlos, pero si güero, de ojos vivarachos y una sonrisa del tamaño de su ángel, porque vaya que desde pequeño tuvo ese carisma. Lo recuerdo así, cuando ya se habían mudado a Acapulco, a la calle de Niños Héroes en la Colonia Progreso para más señas, donde sus padres, río Rafael y tía Lupe, eran propietarios de la farmacia ‘’Lourdes’’. Eran los días en los que su hermano Domingo y él, estudiaban la Primaria en el Colegio Díaz Escudero. Por ese entonces, yo había llegado a vivir a casa de mis tíos y primos Aguirre Díaz, para estudiar en el Colegio América.
Memo o Memín, como le llamábamos cariñosamente, tenía, como ya dije, un angelote del tamaño del mundo. Bastaba con que sonriera, para que conquistara las simpatías de propios y extraños. También fue un niño parlanchín, y con su voz ronquita, gustaba de narrar anécdotas escolares vividas con sus compañeritos de escuela, a la hora de la comida. Pero también tenía una particularidad: le encantaba andar desfajado. Tanto así, que por las mañanas salía rumbo al Colegio bañadito, bien peinado y perfectamente bien uniformado, con la camisa fajada dentro del pantalón, pero al regresar de la escuela, su look sufría una tremenda transformación: la camisa fuera del pantalón, siempre salpicada de algo y los zapatos todos pisoteados. Le decíamos que era ‘’chando’’ y su respuesta era mirarse indiferente sus fachas, asentir con la cabeza ¡y sonreir! Con la seguridad de que su sonrisa era su mejor arma.
Ya convertido en un hombrecito hecho y derecho, su cara era su mejor atractivo, pero su don de gentes y su carácter bonachón y amigable, fueron sin lugar a dudas el mejor distintivo de su personalidad. Su melena color castaño de esa época, le daba cierto aire de chavo fresita de finales de los ochenta. Yo ya me había casado y vivía fuera del estado, pero desde la primera vez que vi en televisión al entonces incipiente cantante Luis Miguel, no pude más que acordarme del primito Memo: la melenita, la sonrisota, el angelote.
Era de esos primos, que aunque no los veamos con frecuencia, siempre los llevamos en la mente y en el corazón. Por eso y muchas cosas más, me quedé como si me hubieran dado un mazazo en la cabeza, cuando me enteré –estando yo viviendo en Estados Unidos- que estaba enfermo, que tenía un tumor en el hígado y que este era inoperable.
Solamente alguien con la fortaleza y la fe que el mostró, pudo haber aguantado días, semanas y varios años, luchando incansablemente contra tan tremendo enemigo. La terrible enfermedad, dejó secuelas en su físico y comenzó a perder peso, pero no su ánimo ni su hermosa sonrisa. Sí, hubo días en que tuvo que fruncir el ceño y apretar sus labios ante la impotencia del invasor, pero luego volvía con más convicción y fe a dar la batalla, tanto que por un tiempo lo venció y el primo Memo, ganó su peso normal y desapareció la palidez de su rostro.
Pero traidor como siempre ha sido el cáncer, regresó a sus células calladamente…tampoco esta vez el primo Memo le demostró temor, sino por el contrario, volvió, como todos los guerreros, a
darle la batalla y lo hizo con dignidad, con amor por su familia y por la vida que le gustaba vivir: escuchando su música y dejándose enseñorear por los recuerdos que cada una de las canciones de su preferencia le evocaban.
Una semana antes de que se fuera, pedí que le preguntaran qué era lo que se le antojaba que le llevara desde el Bello Nido, y su respuesta fue, que quería bazo relleno. Y todavía me regalo una de sus últimas sonrisas, en cuanto me vio llegar, a pesar de que los estragos de la enfermedad ya eran muy notorios. Tengo que destacar que desde que le fue diagnosticada la por demás terrible enfermedad, Memo estuvo siempre cuidado con mucho amor y ternura, por Celia, su fiel compañera de vida y madre de sus hijos, y por su amorosa madre la tía Lupita.
Memo ya no está con nosotros físicamente, pero flota en el aire su esencia, su hermosa sonrisa y su recuerdo que vivirán por siempre en nuestras mentes y en nuestros corazones. Con sentimiento vivo, no te digo adiós sino ¡¡¡hasta siempre, primo Memo!!!.

2 comentarios:

  1. Gracias Kame, siento el cariño con el que lo escribiste, aunque te diré que fue igual de rubio que Carlos, solo que era su cabello rizado y Carlos lacio, quizá no lo recuerdas, pero ni se lo cortaban de tan bonito que lo tenía y se le hacían caireles. Gracias por recordarlo y por el bazo relleno que le llevaste.

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  2. Que en paz descanse, Dios nuestro señor le abra las puertas del cielo y le de el descanso eterno.

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