(Anecdotario)
Angelina Díaz Pamplona Vda. de Valverde (+)
En esos años asistían también al Kinder, un chiquillo de simpática carita, quien al sonreír mostraba dos hoyuelos en sus mejillas. Me refiero al Lic. Ángel Aguirre Rivero, que había entablado gran amistad con mi hija Thelma y se hicieron grandes amiguitos desde entonces. En el Kinder todos le llamaban Layito y ese caballerito vestido de blanco, con su pañuelo prendido del hombro como lo exigía el uniforme del jardín de niños, tomó por costumbre pasar diariamente a la farmacia ‘’La Tropical’’ de nuestra propiedad, a preguntar si ya se había ido Thelmita, como él la llamaba.
Esto lo tengo tan presente en mi mente, que aún hoy permanece en mi recuerdo a ese niño en la entrada de la farmacia, haciendo su acostumbrada pregunta. Debo decir que en esos años se acostumbraba que los niños se fueran solos de su casa a la escuela y viceversa, ya que no había peligro ni de un atropellamiento pues ni carros había, ni robachicos, de manera que con toda confianza las mamás de entonces permitíamos que nuestros hijos fueran y vinieran solos a los cuatro años.
Un día, pasaba ya del medio día –que era la hora en que salían del Kinder- y mi hija Thelma no llegaba casa, por lo que mandé a preguntar si aún se hallaba en la escuela y la respuesta fue que había salido a la hora de costumbre. Muy preocupados mi esposo y yo comenzamos a buscarla por el atrio de la iglesia, por el zócalo, fuimos y venimos preguntando, hasta que alguien nos dijo la habían visto caminando por la calle derecha y que luego había bajado por la calle Vicente Guerrero de la mano de Layito, el hijo de don Delfino Aguirre. Enseguida mandamos por ella pero había sucedido que como la calle era empedrada, Thelma tropezó y se hizo una ligera cortada en una de sus rodillas, y sangraba un poco. Como es natural Thelma lloraba por el dolor, y su amiguito Layo lloraba junto con ella amargamente al verle la rodilla sangrante por lo que trataba de limpiarle la sangre con su pañuelito blanco.
Era un cuadro muy tierno (esto narrado por la finada Lolita Rivero, madre del caballerito a quien califiqué yo de ese modo por las atenciones que desde esa corta edad guardaba para su compañerita. También platicaba Lolita, que su hijo Layito deseaba que ella y don Delfino Aguirre su esposo, conociera a la niña de quien tanto les hablaba y es por esto que decidió llevarla a su casa. Y Thelma, a quien de seguro le hubiera tocado una fuerte reprimenda por parte de nosotros, se libró de ella porque después de la tragedia, mandó a una persona mayor a explicarnos todo esto y después ella personalmente me dio áas detalles.
El tiempo pasó y como seguía teniendo hijos en ese jardín de niños, siempre tenía un cargo en la mesa directiva de la Sociedad de Padres de Familia. En una ocasión que estaba yo presidenta de esta sociedad, se presentó en mi domicilio la directora María Dolores Bazán de González, quien estaba muy contrariada pues dos o tres personas que en ese momento eran influyentes, le comunicaron que habían vendido a unos particulares, la otra parte del terreno que el señor
Germán Miller había donado, para el jardín de niños. Esta otra parte del terreno se había reservado para ampliar el patio de recreo y más aulas, pues lógico era deducir que la matrícula les fuera aumentando con el transcurrir de los años y era necesario acondicionar el edificio que ocho años atrás se había inaugurado.
Para mí la noticia fue sorprendente y no podía creer lo que estaba escuchando. Entonces decidimos convocar a una reunión con los integrantes de la mesa directiva, para luego hablar con estas personas que valiéndose de sus influencias estaba haciendo mal uso de un terreno que no era de su propiedad. Desgraciadamente el ilícito quedó comprobado y el trato ya estaba cerrado, alegándonos que ese terreno pertenecía al ayuntamiento y que por esa razón ellos podían efectuar esa operación.
Tuvimos que ir a Cuajinicuilapa a hablar con don Germán Miller y él nos ratificó que había donado la totalidad del terreno en cuestión (no sólo una parte) para el jardín de niños y las escrituras los especificaban así.
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