domingo, 24 de agosto de 2014

Recordando más y más

(Anecdotario)
Angelina Díaz Pamplona Vda. de Valverde (+)

Una vez que se llegaba la hora de levantar el ataúd, se generaba otra discusión entre los que estaban puestos y dispuestos para cargarlo. Que si se debe cargar de este modo, que si los pies por delante, porque si no es así se tiene la creencia de que el difuntito regresa por otro de los integrantes de la familia. Por fin, se ponen de acuerdo y salen caminando rumbo al panteón.
Ni bien se regresa del panteón y ya se tiene que preparar el novenario de misas o rezos, que en algunas ocasiones ni bien pasaba el entierro y ya se estaba haciendo el primer rezo. Incluso hoy en día hay paisanos que siguen haciéndolo así. Lo que si celebro es que se haya acabado por fin aquella costumbre con la que crecimos muchos ometepequenses: el famoso ‘’cabo de noches’’. Esto se realizaba de tal manera, que llegaba el momento en que se perdía por completo el sentimiento cristiano para convertirse en un rito. Desde que tomaban la cruz que se instalaría al día siguiente en el sepulcro, se comenzaban a dar las indicaciones: que si bien acostada en el piso. Que si recargada sobre algo, etc.
Después de tres o cuatro horas de rezos recorriendo cada habitación de la casa, para ‘’recoger la sombra’’ decían, y como seguramente ‘’la sombra’’ se hallaba en toda la casa, había que recogerla no solamente de las recámaras, sino del baño, el patio, el corredor, la sala etc. en un libro muy grueso y por lo que se veía, muy antiguo también por su color amarillento, pero quien poseía uno de estos libros debía sentirse muy orgulloso, porque no pasaban de dos, quienes en Ometepec tuviesen en su haber un libro tan valioso.
Comenzaban a leer párrafo tras párrafo, todos ellos hablando de la muerte. En algunos momentos como que hablaba la persona que se había ido. Luego, entre las doce y una de la mañana, cuando comenzaba a hacerse el recorrido a manera de precesión, con velas encendidas y rociando agua bendita la encargada de rezar, principalmente en los lugares que el ausente permanecía más tiempo.
Textualmente le llamaban a este acto ‘’La levantada de sombra’’ y se llevaba a cabo al terminarse el novenario de misas o rezos. Y como ya dije, esto duraba varias horas, después de besar la cruz los familiares más cercanos y amigos, hasta la madrugada que terminaba el acto de ‘’levantamiento de la sombra’’ y prepararse para ir al panteón, como a eso de las tres de la mañana. La salida de la cruz rumbo al panteón era muy dramática, y no creo que haya un solo paisano que no recuerde esto: el canto tan triste que entonaban mientras caminaban rumbo al panteón ‘’Adios mi casa querida, ya me voy y me despido’’ y la entonación que le daban era sumamente triste también, de modo tal que los que estábamos en nuestras camas, aparte de que nos despertaban sentíamos una gran pena.
En los últimos años, Monseñor Rafael Cortés Gaspar, fue determinante para que este ritual de la ‘’levantada de la Cruz, sufriera importantes cambios y ahora los nueve días se celebran durante el
día, orando en el templo. Por la tarde rezan en la casa de la persona fallecida, pero ya sin todo el drama que se desarrollaba anteriormente, pero eso sí, los nueve días se cierran con broche de oro saboreando nuestro delicioso mole, atole y tamales, de esos que solo aquí en mi tierra saben hacer tan ricos.

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