(Anecdotario)
Angelina Díaz Pamplona Vda. de Valverde (+)
Afortunadamente, hoy en día e los difuntos en mi tierra se velan de manera diferente, dentro de un ataúd. Ahora sólo es cuestión de ir a la funeraria y escoger el ataúd que más nos agrade, mismo que tiene las medidas necesarias para que sin ningún problema entre el cadáver en el, evitándonos con ello estar escuchando los martillazos y serruchazos que se acostumbraban, cuando los ataúdes tenían que ser adaptados para los difuntitos a la mera hora.
Hay también otro detalle simpático y parte de nuestra idiosincrasia costachiquense. Lo que les narraré a continuación me tocó vivirlo. Resulta que falleció una paisana en la Ciudad de México. De inmediato se avisó a la familia y comenzaron los preparativos, tal y como los narré; limpiar la casa, quitar los cuadros, preparar el altar frente al cual se colocaría el ataúd. Claro que ahora se cuenta con la ventaja de que en nuestro terruño ya hay florerías y fácilmente se pueden conseguir casi cualquier tipo de flores y artísticas coronas florales, no como en mis tiempos, cuando si estaban de humor las señoritas Romero accedían a vendernos unas cuantas rosas de aquellas macetas que tanto cuidaban; porqué si no, teníamos que ir hasta la casa de don Lico Parra, por la salida a La Soledad, pues tenía un jardín y con él podíamos conseguir algunas flores que no fueran de bocote o ‘’pie de palomo’’.
Pues bien, estando con un grupo de amigas acompañando a una de las hijas de la difunta que venía en camino, de vez en vez y como era natural, había momentos en que la muchacha se acordaba de su progenitora y se la muchacha se ponía a llorar a gritos, como suele acostumbrarse en nuestro rumbo. En ese momento apareció una de las señoras que acompañaban a la doliente, con una taza de té y se dirige a la doliente, en un cierto tono autoritario.
-Mira manita deja ya de llorar. Tómate ejte té de hojas de naranjo que te acabo de preparar para que te tranquilicej. Arajo porque ahorita ni chijte tiene que llorej, si el cuerpo de tu mamá todavía ni llega, y va a vení llegando hajta la madrugada…así que vete a dormí pa’qué agarrej juerzaj y cuando llegue el cuerpo de tu mamá yo te dijpierto…y ya cuando ejté la sala llena de gente y venga entrando la caja con la dijunta, entonce si te sorrajaj llorando, pero así ya te vé toda la gente. No que orita nomaj ejtáj llorando en seco, porque no está aquí la dijunta y ni quien te oiga.
Como esta, abundan cientos de anécdotas, como la de aquella negrita que trabajaba en un restaurant por el rumbo de La Quebrada en Acapulco, le avisaron que había muerto su ‘’Tata grande’’, que es como le llaman los afromestizos al abuelo. En el acto ella se sorrajó llorando con las exclamaciones que acostumbran estos pasianos.
-¡Ay tata grande ya te fuijte y ya no te volví a vé…¡Ay! Ejto no me lo voá’perdoná jamá…tu queriaj tu atolito de cirguela, tata grande, y yo no te lo juí hacé…¡Aaaaay, aaaay, tata grande como me va’dolé ejto!-
Cuando pasó el entierro de ‘’Tata grande’’, la negrita regresó a su trabajo toda enlutada: vestido negro y el clásico chal negro amarrado en la cabeza en señal de luto, como acostumbran los afrosmestizos. No habían pasado ni tres días del doloroso suceso, cuando se comenzaron a escuchar a todo volumen la música guapachosa que tocaban algunas orquestas en La Quebrada. En cuanto terminó sus quehaceres le dijo a la patrona que se iba a arreglar para ir al baile. Lógicamente la patrona sorprendida le reprocha:
-Bueno niña, pero si se supone que estás de luto ¿qué no acabas de enterrar a tu abuelo? ¿Cómo que te vas a ir a bailar cuando tu abuelo ni los nueve días tiene?-
Molesta por la llamada de atención, con los brazos en jarras la morena le responde a la patrona.
-Mire doña, ujté primero fíjese…sí voy a bailá pero de luto y con la sevillena bien amarrada en la cabeza… ¿qué maj quere puej? ¿Quejté encerrada?...nooo, yo ya cumplí con mi tata grande y le voá’guardá luto muhco tiempo, pero laj bailadaj nadien me laj va’quitá-.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario