(Anecdotario)
Angelina Díaz Pamplona Vda. de Valverde (+)
EL INGENIO COSTEÑO
Es ampliamente conocida la chispa que tenemos los costeños en cualquier tipo de situación y para empezar con este tema, viene a mi mente el recuerdo de una familia con un ingenio único y un excelente sentido del humor. Me refiero a los hermanos Trani Añorve, por quienes he sentido siempre gran cariño y respeto. En particular, traté mucho al tío Miguel, un hombre alto, blanco, de buenas facciones, hijo de italiano y ometepequense.
Todos ellos tenían una manera de hablar muy especial, con el acento costeño muy marcado. El padre de los Trani Añorve era un inmigrante europeo que llegó a Ometepec a finales del siglo pasado y su oficio era trabajar el cobre, haciendo cazos, cacerolas y calderetas, que eran ideales para hacer chocolate.
Don Francisco Trani Santori, llegó a la tierruca siendo un hombre joven y contrajo matrimonio con la señorita Hermelinda Añorve Ramos, y procrearon nueve hijos cuyos nombres fueron: Vicente, Francisco, Beatríz, Rafael Roberto, Miguel, Rosa y Amado.
Decía yo que al que más traté fue a tío Miguel, ya que duró más tiempo con vida que la tía Rosa, aunque tía Rosa fue quien más frecuentó la casa de mi abuela, mientras se dedicó al comercio allá en Ometepec, pero ya después emigró como lo hacían muchos paisanos, buscando mejorar la vida sobre todo de su hija menor, mi querida Anita Noriega, con quien acertó la tía puesto que logró un magnífico matrimonio, el que aún perdura, habiendo formado un hogar sólido y lleno de amor con el señor Roberto Melgar, ciudadano oaxaqueño, y ambos radican desde hace tiempo en el puerto de Acapulco, siendo propietarios de la antigua y muy prestigiada ‘’Refacciones Melgar’’.
El tío Miguel tenía la costumbre de visitar la tienda de mi padre los domingos a temprana hora. El negocio se abría a las 7 de la mañana y a los pocos minutos llegaba él, muy bien bañado y rasurado, tanto que hasta volvían a distinguirse sus buenas facciones, que no negaban su ascendencia europea.
En cuanto tío Miguel llegaba a la tienda, inmediatamente le entregaban un plato de pozole (de Chona, por supuesto) que alguna de sus hijas le mandaba, acompañado de una taza de humeante café negro; y cuando terminaba de tomar sus alimentos, encendía un cigarro hecho de tabaco envuelto en hoja de maíz, el que aspiraba larga y sabrosamente, para luego comenzar la plática que siempre era amena.
En una ocasión nos platicó que una señora que se las daba de muy bien hablada y refinada, tenía a su cargo a un sobrino suyo, al cual trataba de educar de la mejor manera ‘’Para que no hables
como tus tíos’’ le decía, pues los hermanos Trani tenían su forma de hablar con un marcado acento costeño y no les preocupaba mucho hablar refinado.
Decía tío Miguel que un día pasó salió de su casa y pasó a la pequeña tienda propiedad de la señora en cuestión, a tomarse un trago de aguardiente. Como ya había notado en ocasiones anteriores, que valiéndose del mencionado jovencito, la señora aquella pretendía que el tío Miguel corrigiera las palabras que pronunciaba mochas, preparó una estrategia e intencionalmente inició la conversación diciendo palabras que sabía de antemano, serían corregidas ‘’Hoy me levanté muy temprano porque tenía que hacer un mandao’’. De inmediato el sobrino de la señora intervino corrigiéndolo ‘’Man-da-do, tío’’.
Comentaba tío Miguel que el se decía para sus adentros ‘’Vaj a vé chamaco tonto , voá seguile pa’ agarráte infraganti’’. Y seguía ‘’Y cuando venía de regreso me encontré con un soldao’’. El sobrino volvió a interrumpirlo precisando ‘’Sol-da-do, tío, soldado’’. ‘’Entonces me metí a la tienda pa’comprar un candao’’ y el sobrino volvió a la carga para corregirlo ‘’can-da-do tío, candado’’. A esta alturas tío Miguel ya estaba preparado para darle el mate final ‘’pero al pasar por otra tienda me acordé que necesitaba un kilo de cacao’’. De la misma manera que las otras veces, al instante surgió la corrección del jovencito, quien con un tonito que ya denotaba cierto enfado, le espetó: ‘’Ca-ca-do, tío, cacado’’. Entonces, la señora que pretendía educar refinadamente al jovencito para que hablara correctamente y no como tío Miguel, exclamó mortificada ‘’No mijito, no, ¡eso sí está bien dicho!...el cacao es una frutita con la que se hace el chilate, pero no se llama cacado, así como lo pronunció tu tío está correcto’’. Decía el tío qie al ver la cara de congoja de su parienta, él sonreía satisfecho, porque ‘’se la maté y la dejé mira ¡calladita!’’.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario