(Anecdotario)
Angelina
Díaz Pamplona Vda. De Valverde (+)
Recuerdo que hace varias décadas, el
mercado se ubicaba donde actualmente se encuentra el palacio municipal y, justo
en la esquina, había un portal estilo colonial hecho de adobe que servía de
acceso y adentro, estaban los puestos de aquellas viejas mercadeñas (como
solíamos decirles por allá por el rumbo) que tan conocidas se hicieron entre lo
sometepequenses de entonces, y de todas ellas, las que más vienen a mi memoria
son: Angela Salinas, Baldomera, Amelia Gil, Amelia Anica, Gertrudis Baldo,
Maco, y otras más de cuyos nombres no me acuerdo. Algunas de ellas tenían fonda y otras tenían
puestos de jitomates, chile costeño y otros productos de la región; Maura la
atolera, también vendía ahí y cuando fue la reubicación de los comerciantes
hacia el actual mercado, ella comenzó a instalarse afuera de éste. Una gran
olla de barro, ennegrecida por el humo, era trasladada desde su casa, allá en
el Barrio del ‘’Pozo Jondo’’, lo mismo que un canasto con la bandeja larga que
Maura usaba para servir el atole y blancas jícaras donde se servía calientito,
tal y como acostumbramos a tomarlo los ometepequenses, que aunque salgamos de
nuestra tierra y nos olvidemos hasta del nombre del atole, de lo que no nos
podemos olvidar es de cómo se menea la jícara (el meneadito), el cual es
instintivo al tratar de enfriarlo. Imposible olvidar todo esto: la panelita
siempre disponible partida en pedacitos y acomodada en una jícara, lista para
que quienes llegaran a saborear este sabroso atole, le agregaran unos granos de
sal, si así lo apetecían, y mordisquear la panela, al mismo tiempo que se
saboreaba el tradicional granillo,
que es el nixtamal amartajado y cocido dentro del atole, de manera que adquiere
una suavidad muy grata ¡cómo no iba a ser tan conocida Maura la atolera, si a
toda la gente, desde las primeras horas del día al dirigirse a la plaza por sus
compras, se le antojaba probar ese exquisito atole blanco!. Debo decir que por
las tardes Maura vendía atole de leche.
Otra de las cosas muy populares en aquel
viejo mercado eran las enchiladas rojas, cuyo aroma se percibía desde varios
metros antes de llegar a ellas: también hechas por gente de este barrio, al
atardece se colocaban en las gradas de ese antiguo mercado, al igual que las
muchachitas que vendían tortillas, las que también, al igual que gran parte de
las que vendían en el mercado, eran del Barrio del ‘’Pozo Jondo’’.
Colindando con el ‘’Pozo Hondo’’, está el
Barrio de la Ermita, un barrio muy extenso y popular, sobre todo desde que la
Danza del Toro de Petate sale de ahí los días 9 de septiembre. La gente vieja
de mi pueblo, conoce bien como se inició la fiesta del toro de petate en este
barrio, porque anteriormente sólo se celebraba en el Barrio de San Nicolás.
Pues resulta que el señor Cura Andrés
Ocampo (década de los cuarenta) no era muy partidario de estos festejos, quizá
por considerar que con tanta algarabía se rallaba en el paganismo y celoso de
su deber, dispuso la suspensión de la Danza del Toro de Petate en el día de San
Nicolás, que es el día 10 de septiembre, advirtiendo que de no ser obedecido,
no se celebraría la misa. Ante tal advertencia, los devotos de San Nicolás no
tuvieron más que acatar la órdenes del Padre y transferir la fecha de los
festejos para el día 11. A sabiendas de esto, algunos devotos de San Nicolás
que vivían en el Barrio de la Ermita, decidieron formar una mayordomía aparte,
para que cada año, el día 9 de septiembre, de este lugar también saliera una
representación de la Danza del Toro de Petate. Así que, sin pensarlo mucho, los
vecinos del Barrio de la Ermita, se organizaron, y desde hace por lo menos
cinco décadas, se festeja a San Nicolás el día 9 en este barrio.
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