viernes, 23 de mayo de 2014

RECORDANDO MÁS Y MÁS

(Anecdotario)

Angelina Díaz Pamplona Vda. De Valverde (+)

Recuerdo que hace varias décadas, el mercado se ubicaba donde actualmente se encuentra el palacio municipal y, justo en la esquina, había un portal estilo colonial hecho de adobe que servía de acceso y adentro, estaban los puestos de aquellas viejas mercadeñas (como solíamos decirles por allá por el rumbo) que tan conocidas se hicieron entre lo sometepequenses de entonces, y de todas ellas, las que más vienen a mi memoria son: Angela Salinas, Baldomera, Amelia Gil, Amelia Anica, Gertrudis Baldo, Maco, y otras más de cuyos nombres no me acuerdo.  Algunas de ellas tenían fonda y otras tenían puestos de jitomates, chile costeño y otros productos de la región; Maura la atolera, también vendía ahí y cuando fue la reubicación de los comerciantes hacia el actual mercado, ella comenzó a instalarse afuera de éste. Una gran olla de barro, ennegrecida por el humo, era trasladada desde su casa, allá en el Barrio del ‘’Pozo Jondo’’, lo mismo que un canasto con la bandeja larga que Maura usaba para servir el atole y blancas jícaras donde se servía calientito, tal y como acostumbramos a tomarlo los ometepequenses, que aunque salgamos de nuestra tierra y nos olvidemos hasta del nombre del atole, de lo que no nos podemos olvidar es de cómo se menea la jícara (el meneadito), el cual es instintivo al tratar de enfriarlo. Imposible olvidar todo esto: la panelita siempre disponible partida en pedacitos y acomodada en una jícara, lista para que quienes llegaran a saborear este sabroso atole, le agregaran unos granos de sal, si así lo apetecían, y mordisquear la panela, al mismo tiempo que se saboreaba el tradicional granillo, que es el nixtamal amartajado y cocido dentro del atole, de manera que adquiere una suavidad muy grata ¡cómo no iba a ser tan conocida Maura la atolera, si a toda la gente, desde las primeras horas del día al dirigirse a la plaza por sus compras, se le antojaba probar ese exquisito atole blanco!. Debo decir que por las tardes Maura vendía atole de leche.
Otra de las cosas muy populares en aquel viejo mercado eran las enchiladas rojas, cuyo aroma se percibía desde varios metros antes de llegar a ellas: también hechas por gente de este barrio, al atardece se colocaban en las gradas de ese antiguo mercado, al igual que las muchachitas que vendían tortillas, las que también, al igual que gran parte de las que vendían en el mercado, eran del Barrio del ‘’Pozo Jondo’’.
Colindando con el ‘’Pozo Hondo’’, está el Barrio de la Ermita, un barrio muy extenso y popular, sobre todo desde que la Danza del Toro de Petate sale de ahí los días 9 de septiembre. La gente vieja de mi pueblo, conoce bien como se inició la fiesta del toro de petate en este barrio, porque anteriormente sólo se celebraba en el Barrio de San Nicolás.
Pues resulta que el señor Cura Andrés Ocampo (década de los cuarenta) no era muy partidario de estos festejos, quizá por considerar que con tanta algarabía se rallaba en el paganismo y celoso de su deber, dispuso la suspensión de la Danza del Toro de Petate en el día de San Nicolás, que es el día 10 de septiembre, advirtiendo que de no ser obedecido, no se celebraría la misa. Ante tal advertencia, los devotos de San Nicolás no tuvieron más que acatar la órdenes del Padre y transferir la fecha de los festejos para el día 11. A sabiendas de esto, algunos devotos de San Nicolás que vivían en el Barrio de la Ermita, decidieron formar una mayordomía aparte, para que cada año, el día 9 de septiembre, de este lugar también saliera una representación de la Danza del Toro de Petate. Así que, sin pensarlo mucho, los vecinos del Barrio de la Ermita, se organizaron, y desde hace por lo menos cinco décadas, se festeja a San Nicolás el día 9 en este barrio.


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