(Anecdotario)
ANGELINA DÍAZ PAMPLONA VDA. DE VALVERDE (+)
Recuerdo también que por ese rumbo vivía otra paisana llamada Juventina; ella también preparaba pozole para vender, sólo que ella lo presentaba al estilo tradicional de mi tierruca: seco, sin nada de caldo…como si fuera arroz, tanto así, que para servirlo se usaban platones extendidos; además se adornaba con rebanadas de queso fresco, chiles jalapeños, rodajas de huevo cocido y sardina. El pozole era también muy sabroso al estilo de Juventina, que era el que los ometepequenses conocimos antes del chilapeño; y en los cumpleaños, cuando ‘’Las Mañanitas’’ se cantaban a las 5 de la mañana. El festejado esperaba a los asistentes, con un buen plato de pozole preparado como antes dije. En la mesa donde se servía el desayuno, ya estaban las jarras con el humeante, oloroso, y rico café de olla. Después ponían los platones extendidos copeteados de pozole seco, pero eso sí muy bien adornado con todo lo que ya les comenté. De este modo se festejaba el onomástiico de algún amigo o amiga, saboreando el pozole de alguna de nuestras paisanas, que tenían fama de prepararlo sabroso. Sin faltar la imprescindible cortina de papel de china en la puerta de entrada.
Muy cerca del Barrio del Tanque, caminando hacia el suroeste, se llegaba a la huerta de don Teófilo Mendoza, esto ya era en las afueras de Ometepec. Era un lugar muy bonito y que además era muy frecuentado porque tenía baños públicos. Por ese rumbo la vegetación era exuberante; los platanares abundaban con una variedad de plátanos muy extensa y las palmeras daban cocos con agua muy dulce. De este modo, ese lugar se convirtió en un paseo muy atractivo. Los domingos era visitado por varias familias que llevaban algo para merendar y pasar la tarde saboreando la rica y fresca agua de los cocos de don Teófilo, pues este señor era muy conocido en Ometepec. Él no era exactamente de aquí, pero siendo de mediana edad llegó al terruño, procedente de alguna población del estado de Oaxaca. Don Teófilo se dedicaba al comercio y su puesto era el más grande y surtido que había entre todos los puestos o ‘’varillas’’ como solía decírseles a los comerciantes que se instalaban en los corredores de las casa del centro, para exhibir su mercancía. La ‘’varilla’ de este señor era muy grande y estaba ubicada en uno de los corredores de las casas del Doctor Martín Baranda, donde ahora existen unos locales comerciales.
Después ese negocio era atendido por el hijo mayor de don Teófilo, el señor Lucino Mendoza quien fuera esposo de doña Jovita Añorve Valverde, una mujer muy bonita nacida en Huajintepec y quien desde que se unió en matrimonio con el señor Mendoza, se quedó radicando en Ometepec y al morir su esposo, ella se hizo cargo de ese negocio. Don Teófilo, ya muy anciano, atendiendo su huerta; después esta fue vendida a don Isaías Quezada.
Caminando por el Barrio del Tanque, fácilmente llegamos al Barrio de la Iglesia y ahí vivía el conocido y famoso panadero Tito Camero. Este señor, ya entrado en años, que es como lo recuerdo, era uno de los panaderos más nombrados en el terruño. El pan que comúnmente se consumía en las mejores mesas de mi pueblo, allá en las décadas de los treinta y cuarenta, era el
pan de Tito Camero: Las chamberinas, las de terciopelo y las tostaditas revolcadas en azúcar, eran su especialidad; pero además de ser un famoso panadero, Tito Camero tenía otros atributos, pues sabía hacer flores y cortinas de papel y toda clase de adornos para las bodas. Un dato curioso era que Tito Camero nunca salía de su casa. Yo, en particular, vine a conocerlo siendo él ya una persona adulta, ya que a él no le gustaba dejarse ver y cuando no podía evitarlo y llegaban personas ajenas a su casa, lo invadía un nerviosismo tremendo, a tal grado que no le permitía coordinar palabra alguna y sólo emitía sonidos como de risa y sílabas entrecortadas. A veces explicaba por qué la calidad del pan que él elaboraba era superior a todos los demás y cubriéndose con una mano las raíces de pelo cano que se le asomaban en la frente y que no había retocado de tinte negro, comentaba graciosamente ‘’el pan que yo amaso en mi panadería sale más bueno que los demás porque yo le pongo puras ‘’ñemas’’ coloradas…a mí esa ‘’ñemas’’amarillas no me gustan y por eso mi pan sale más bueno’’. Era simpático oírlo dar sus argumentos y pronunciar tan chistoso eso de las ‘’ñemas’’.
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