miércoles, 3 de septiembre de 2014

Recordando más y más

(Anecdotario)
Angelina Díaz Pamplona Vda. de Valverde.

Pero había intereses creados, compromisos que se contraen sin ver que se perjudicaba a quien había consagrado su vida por entero, desde su adolescencia para ser más precisa, en buen de la niñez costachiquense. El interés que había de por medio era que una maestra que no era de Ometepec (muy preparada por cierto, puesto que había obtenido varios títulos de especialidades) anhelaba trasladarse de su pueblo a Ometepec, para dirigir la Escuela Vicente Guerrero.
El Inspector había dispuesto ya que ella dirigiera la primaria matutina y que el Profr. Luis A. Gil pasara a la vespertina. Ninguno de los padres de familia aceptamos tal disposición. Nos parecía muy injusto que después de luchar tanto por conseguir que los niños tuvieran un edificio más digno, de buenas a primeras, las impositivas disposiciones del señor inspector vinieran a trastornar la buena marcha y armonía que existía entre la dirección y los padres de familia.
Sin embargo este señor inspector logró su cometido y colocó a la nueva directora en el turno de la mañana y al Profr, Luis A. Gil en el turno de la tarde. Esto se convirtió en un caos, y la lucha por la construcción de la segunda etapa se quedó estancada un buen tiempo.
Cierto día y por pura suerte llegó a Ometepec un primo hermano mío que ya pasó a mejor vida. Él se llamaba Héctor Díaz Garzón, El era maestro normalista pero poseía una amplia cultura y sobretodo una audacia inigualable. Ocupaba un puesto en la SEP en la Ciudad de México y conocía al derecho y al revés, la política llevada en ese nivel.
Estuvo hospedado en la casa de los Valverde Díaz, pues éramos sus parientes más cercanos. Su llegada fue muy oportuna pues en cuanto se enteró de los problemas que estábamos viviendo, tomó cartas en el asunto y llamando al orden al inspector Mario Martínez Sánchez, lo exhortó a que a que atendiera las peticiones de los padres de familia, accediendo finalmente a regresar al Profe Luis a la dirección del turno matutino, y como la nueva directora rechazó absolutamente el turno de la tarde, optó por irse a Acapulco, donde ocupó un mejor puesto.
Los ometepequenses cuyos hijos estudiaban en la Vicente Guerrero no cabíamos de júbilo, y fue entonces cuando con más ahínco decidimos conseguir lo que nos habíamos propuesto. Hicimos un nuevo intento para tratar de convencer al señor Cabañas de la Fundación Jenkys o que al menos nos diera una esperanza. De manera espontánea surgió la pregunta de este señor, al que de algún modo no le era indiferente nuestra tierra.
-¿Qué vive todavía una señora que fue muy conocida acá en Puebla en el ámbito comercial allá por el año de 1913, y que tenía una hija que estudiaba en el Colegio Teresiano?...Recuerdo que era conocida como la viuda de Pamplona-
Mi respuesta fue inmediata.
-¡Ella fue mi abuela, ella fue mi abuela!
-No es posible- añadió el señor Cabañas. A más de cincuenta años viene a mi memoria recuerdos muy hermosos, pues yo estuve enamorado siempre de una inseparable amiga de Laura, la hija de doña Josefa, su nombre era Josefa Méndez.
-Yo la conozco, vive en el Puerto de Acapulco y no se ha casado- apunté.
La emoción del señor Cabañas era visible y lo manifestó enviando por mi conducto, efusivos saludos a la tía Julieta Méndez, y la confirmación de que nunca había olvidado el gran amor que le profesó. Ante esta situación, la conversación se tornó muy amigable. Los rostros de los compañeros se tornaron optimistas, casi veíamos logrado nuestro anhelo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario