miércoles, 10 de septiembre de 2014

El toro de petate: el renacimiento de Apis


Por: Amado Adolfo
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Gracias a la “transculturización” palabra que utilizaba Fernando Ortiz para denominar la influencia africana y de otros continentes en la formación de la cultura latinoamericana tenemos la danza del toro de petate de origen afromexicano. La tradición nace en la costa chica de Oaxaca aunque los ometepequenses se quieran adueñar de su nacimiento. La versión de Santiago Collantes (Pinotepa Nacional) se representó por primera vez en el año de 1911 cuando el Presidente Francisco I. Madero visitó la comunidad. La señora Doña Chucha Añorve propuso una danza relacionada con la historia de esas tierras. Como protagonista Francisco Acho (el monteador) en Ometepec este personaje es el terrón. Si le damos crédito a esta historia nos encontraríamos con la sorpresa que la danza del toro es del siglo xx y su creación fue con intención política no religiosa. Si fuera así no cambia mucho la situación, en la actualidad los candidatos a un puesto público utilizan la festividad para promoverse, regalando camisas, sombreros, bebidas, etc. Los testimonios orales refutan a los archivos históricos de la danza, diciendo que el toro de petate surge en el siglo XVII. Se sabe que los negros provenientes del área cultural del Congo, de habla bantú y unos cuantos grupos negros extraídos del área cultural del Golfo de Guinea muchas veces desempeñaron el papel de capataz y de vaquero.
Son dos las fiestas que contribuyen al fortalecimiento de la identidad afromexicana, la fiesta religiosa y la fiesta cívica. La primera en honor de su santo patrono en donde se representa la danza del toro petate, rememorando la práctica de la ganadería, que es parte de las actividades económicas de los afromestizos desde la época colonial. Un toro es importante porque representa la fuerza, la capacidad de poder responder ante los compromisos y, tal vez, por eso el toro también representa a su santo patrono. En el mito del santo patrono, por medio de la imagen de San Nicolás Tolentino, que funciona como un operador lógico que da identidad tanto a los indígenas, como a los afromexicanos, encuentro, en mi lectura, una aceptación de que su santo patrono sea una copia, como si aceptaran que los indígenas son los habitantes primigenios y por ello su santo prefirió a los indígenas. Así por un lado está la supremacía española considerada en la religión católica y el reconocimiento a los indígenas. (Dra. Judith Solís Téllez)
La versión de la danza realizada en el bello nido ha tenido modificaciones, la de Acatepec se parece más a la de Santiago Collantes. Es una realidad que danzas como “los diablos” “el toro de petate” “el tigre” “los apaches y gachupines” tienen su origen en los pueblos negros de la costa chica de Guerrero y Oaxaca, con la interacción de la cultura europea e indígena de la región.
La Dra. Judith Solís Téllez también analiza como en el imaginario colectivo tiene el estereotipo del negro como alguien alegre, vividor, rebelde, violento, matón, mujeriego y bailador. En las canciones como “el negro de la costa” el negro usa la primera persona del singular para describirse con las mismas características. Entonces podemos ver como el personaje principal de la obra del toro de petate “el Terrón” representa al negro de la costa. El monteador al español.

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Para muchos la danza del toro de petate es un prostíbulo ambulante, para otros la cantina más grande del Estado de Guerrero. Ninguno de los calificativos anteriores se equivoca, sin embargo el toro de petate es sobre todo la regeneración de los Ometepequenses.
El 11 de septiembre la sociedad de Ometepec se libera de normas jurídicas, religiosas, sociales y morales para ser por un instante un pueblo con conciencia autónoma. Este tipo de tradiciones en el fondo representan el desahogo y la liberación de los pueblos en una sociedad donde abundan las prohibiciones.
El Apocalipsis aparece por un segundo cómo esperanza en los seres condenados al infierno para poder ascender a los cielos. Morir y resucitar en el paraíso donde las manzanas del pecado del árbol de la discordia han sido devoradas por -dientes sin límites- creando el orden primigenio del cosmos infinito.
El toro de petate es un espejo de la realidad ometepequense. Refleja la grandeza de un pueblo pero a la vez su decadencia. En ese día el libertinaje se convierte en la libertad. El universo conspira para que la felicidad llegue por un momento a la vida triste de las personas. Bailan, cantan, mueren y vuelven a nacer. Octavio Paz creía que las fiestas tradicionales son el único lujo que tienen los mexicanos. “El pasado y el futuro se reconcilian, en ese día los individuos se siente completos, no importa derrochar pues esperan que el derroche mismo atraiga más abundancia. Durante la fiesta todo pasa como si no fuera cierto, como en los sueños”. Ese día exageran todos sus pensamientos y acciones, se atreven a comportarse de una forma extravagante, aprovechan para desahogar su sufrimiento ante un mundo de problemas. En la visión congruente del poeta cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y las fiestas populares resultan el desagüe idóneo para tal efecto. Bien decía el director de cine Luis Buñuel que México por si sólo ya es una obra surrealista. Haciendo alusión a Paz podríamos concluir que el 11 de septiembre el alcohol es el hechizo turbulento, logra despertar esa alma escondida en el subconsciente pidiendo a gritos salir para adueñarse de las calles, burlase de sus dioses, de sus políticos, hasta se mofan de ellos mismos, todo es ridículo y sin embargo es también de gran importancia para comprender a un pueblo sin esperanzas de un futuro mejor. Por eso año con año esperan con ansias ese día para hacer y deshacer lo que nunca se atreverían en otra fecha. Es la única ocasión donde el pueblo está unido para un sólo fin; divertirse a lo máximo porque saben de antemano que el resto del año serán días ordinarios.
Hoy en día la danza del toro de petate pasa a segundo término, solo es una excusa, lo importante es la fiesta que consuela a un pueblo herido. No existen las clases sociales, ricos y pobres celebran su soledad, no hay zona vip, todos comparten el mismo espacio-tiempo para festejar diferentes destinos. Desaparecen las leyes, las autoridades, el tabú, durante el recorrido los perredistas y los priistas se dan la mano como buenos hermanos, se olvidan de las diferencias políticas e ideológicas.
La música del toro estimula la risa y el llanto, hace sentir a los espectadores vivos pero también logra el recuerdo de los muertos, aquellos que heredaron a sus predecesores algunas alegrías y algunos sufrimientos. La magia se hace también presente con los niños; van recogiendo las cadenas para después en su casa con una silla de madera jueguen al toro. Ellos observan esta danza como un cuento maravilloso, sorprendente, la inocencia infantil brilla al son de la chilena.
La violencia se hace presente cuando la fiesta está por terminar, esa nostalgia de despedirse de la festividad incita golpear a los demás como queriendo detener el tiempo. La melancolía también sale a brote pues quién les asegura estar presentes el próximo año. El toro de petate es un animal de galaxia, polvo de estrellas con destellos encantados, una caja de pandora, una historia afromexicana, el silencio de septiembre, la mujer indecible, el hombre de las flores, la poesía desconocida y el teatro desaparecido. El toro de petate es la sublime ostentación que tienen los Ometepequenses.

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El 11 de septiembre la comunidad de Ometepec por unos minutos se convierte en atea, amoral y anarquista. Al darle culto pagano a San Nicolás se están burlando de él. Durante el ritual una y otra vez le faltan al respeto, porque al adorarlo, en ese momento tienen fuerzas también para negarlo. El hombre al no enfrentar su finitud, su condición de mortal, se refugia en la distracción, estado natural del cerebro. Actualmente el aburrimiento y la soledad están en su apogeo. El toro es el escape, el relajo, el desmadre. En términos monsivianos es el caos donde surgirá el orden, en ese sentido, es símbolo de esperanza. Cabe mencionar a Vargas Llosa “en la fiesta y el concierto multitudinario los jóvenes de hoy comulgan, se confiesan, se redimen, se realizan y gozan de ese modo intenso y elemental que es el olvido de sí mismos”. En la tradición hay consumo de drogas, no hay rock, pero la chilena toma su lugar. El toro de petate tiene elementos de una actividad orgiástica, como lo es el rock en uno de sus mejores intentos, o las drogas, o el amor romántico en su peor expresión, con el único objetivo de salir de sí mismos. Pero a diferencias de las nuevas formas de entretenimiento del siglo XXI, el toro de petate al igual que el ritual místico del rock pretende dar continuidad a la cultura, situación complicada en una sociedad consumista y desechable, de ahí la importancia de la celebración.
Las calles de Ometepec con miles de personas el 11 de septiembre figuran como el río Leteo cuyas aguas en la mitología producen el olvido definitivo. Sin embargo cómo dice Marco Aurelio Denegrí -nosotros para olvidarnos nos emborrachamos, nos drogamos, nos medicamos y claro todas estas cosas producen olvido, pero un olvido temporal pasados los efectos recordamos nuevamente- o Borges cuando comenta que el olvido es lo único que no existe. El toro de petate existe porque el hombre muere. Es un ser con debilidades, carencias, pequeño, y quiere olvidarlo. La inmensa mayoría prefiere usar mascaras para mantener una personalidad interesante, original, inteligente, con contenido como los diablos, las mojigangas o en la vida cotidiana, aún más con el auge de las redes sociales, porque al desenmascararlos hay un vacío profundo, hay ausencia de espiritualidad.
Cada año aumenta el número de asistentes de la fiesta. Se ha superado la cifra óptima señalada por los antropólogos y biólogos. Ometepec se aleja cada vez más de ser un pueblo macondiano, la sobrepoblación surge, y tanta gente en un mismo lugar puede llevar a la delincuencia, contaminación, lo negativo crece. El toro de petate es la fotografía onírica de la realidad ometepecana.
Entendamos pues al “toro” como la liberación social y sexual del pueblo. Donde la cultura quiere trascender a la naturaleza de una manera significativa, madura, rompiendo prejuicios y cadenas. Donde es posible en el desarrollo de la danza visualizar una escena estilo Jodorowsky.
El toro de petate entre otras cosas es el renacimiento de Apis. Aquel toro sagrado, dios solar para los egipcios, civilización que solía adorar a diversos toros. Apis representaba la fertilidad, resucitaba a través de una celebración. Precisamente lo mismo representa el toro de petate para los habitantes de Ometepec, cada 11 de septiembre los ometepequenses viven un proceso de fertilidad; de resurrección.

5 comentarios:

  1. Excelente nota mi estimado, sigue trabajando así que de aquí es para adelante, es bueno conocer todo esto y tu punto de vista, que en lo particular es muy acorde con el mío, ya que la mayoría de los que acude a esta fiesta no conoce ni si quiera los orígenes de la celebración que tanto esperan y eufóricos festejan, ojalá que aquellos que lean esta nota tengan criterio suficiente para poder aceptar la realidad de esta tradición y que en vez de quejarse (como casi siempre lo hacen), sean críticos con tu trabajo y dejen de lado los insultos, saludos y éxito!!

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  2. jaja ibas bien, pero no sé por qué perdiste la objetividad de tu trabajo y nos llevaste a una muestra clara de lo que NO se debe hacer al redactar...

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  3. Se llevan acabo dos festejos donde sacan al toro de petate en la Ciudad de Ometepec. Una en el barrio de la Hermita y el otro en el barrio de San Nicolás. Que barrio fue el primero en festejar a San Nicolás sacando el toro de petate?

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  4. Gracias por tu información. Hay cosas muy interesantes que no sabía.

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